lunes, 5 de mayo de 2014

KING KONG

¿Desde el 27 de Enero? ¿En serio? Seguramente que por esa razón ya nadie me lea ahora; seguro que piensan que me ha tragado un agujero negro desde los apuntes cimentados en esta mesa, también negra.
A ver, cómo empiezo a describir la de cosas vividas estos últimos meses… Puedo empezar diciendo con total certeza que ha sido el periodo de tiempo que más me ha hecho cambiar, y a mejor. Llegué a Berlín y aunque en un principio pensara que  Straße se decía estrabe, hubo un día que hasta lloré de lo feliz que me sentía. En serio. Es una pasada sentir un acierto tan grande al tomar una decisión que en un principio parecía totalmente tomada al azar. No tenía casa, pero el hecho de ocupar casas ajenas me llevó a conocer gente impresionante, gente que aún a día de hoy me preguntan cada día cuándo volveré a Berlín. Lloré, sí, también de rabia al no encontrar casita, pero de repente estaba ahí, totalmente habituada a comprar sin entender las etiquetas y apuntándome en la mano a boli cómo se pronuncian correctamente cada estación de metro desde Warschauer Straße a Charlottenburg. Fue un proceso de adaptación parecido al de Finlandia pero en una ciudad grande como King Kong  y sin el respaldo de terceras personas. Esa vez iba a trabajar, y mucho, joder. 
Iban pasando los días, la nieve, las horas de luz se iban apreciando en los atardeceres rosas de Berlín. Los subidones, y los bajones domingueros. Iba aprendiendo palabras en alemán y empezando a cambiar mi idea preconcebida, de lenguaje horrible y agresivo, a palabras sexys como kirsche. "¿De verdad no te suena exótico? Kiiiiiirsssscheee, cereza… Suena precioso". La cultura de la cerveza, cambiar salir de fiesta por ir de clubbing, los restaurantes vietnamitas, las historias de amor-xpress, los pesados eco-friendly, las bicicletas, la gente INCREÍBLE que conocí en la empresa, mi pequeño grupo de amigos, el ambiente de casa, Guillermo, Lucía, sus amores y sus desamores. Los míos.

Sí, eso es otra historia. Recorres miles de kilómetros para dar una sorpresa a tu persona favorita y en un mes te das cuenta que no conocías de nada a esa persona, es simplemente un individuo más que camina cómo tú. Los bienes más preciados son los que no se pueden tocar, los que no brillan como el oro. Esos que guardas en tu mente por miedo darlos y que alguien los rompa con un suspiro. Sin darte cuenta lo has dado porque te lo han pedido, y tú lo sientes así, es lo mejor que puedes dar de ti, ¿verdad? Regálalo, Ire, si no es ahora, ¿cuándo entonces? 
Pero mira, aquí seguimos todos, andando, lo dimos, lo perdimos. Pero no podemos ir detrás de nada que no te cuida con su oxígeno, menos aún cuando te lo roba. Sí,  seguimos siendo las ganas de vivir y de conocer lo que hay después del mar. Siendo libre para conocerme con total honestidad y decidir qué es lo que quiero ahora, y cómo lo quiero. Y que pasen los años y que no sea lo que me mueve, sino yo misma la que se mueve con el tiempo. Aprender, ya sea un idioma o a pedir perdón, entender a los que creen en la Iglesia o en ese político que desconoces, una cultura, a los que andan descalzos o a los que viven camuflándose del frío. Dar besos, abrazos, entender la renta, no desesperar cuando buscas un piso, apreciar los números positivos en tu cuenta bancaria. Entender que VUELVES A BERLIN, sí, es lo que yo elijo. Sola. No desesperar, canalizar, respirar, sonreír. Joder, eso es lo que dicen de ti. “Si Ire no viene a la oficina hoy, falta el sonido de su risa y la energía positiva”. Pues ya está, a seguir dándola, que eso no tiene traducción alguna. ¿No?


Mininas: Alba, Luci y Bea. 17 de Enero

 Beatriche y una plastita. 

Bernauer Straße

 Finlandia en el Muro de Berlín. Todas ellas únicas en su especie. Holanda, Francia, Polonia, España.

 Lucía y Guillermo. El roce hace el amor. 

 Alex (Boston), Eva (Flandes), Schlesisches Tor (una delicia para pronunciar. Sí. )

 Tenían que ser 25 velas, pero al ser 5 personas salía mejor a la hora de repartirlas. 14 de Abril. (NOCHE)

 Gonzalo. Una buena ayuda con sus respectivos ángeles caídos del cielo (de Berlin).


Adri. Gran parte de mi futuro en Berlin.

Y ahí va, la banda sonora que pondría para mi última noche en Berlin. Jamás una canción me llenó tanto estando tan lejos del suelo. Sin entender del todo el mensaje, ni el idioma con el que me intentaron transmitir su significado, pero para eso está en mi playlist, para entender todo a la perfección antes de coger carrerilla.

lunes, 27 de enero de 2014

POR FIN. BERLIN.

POR FIN me animo a escribir en este rinconcito que un día, no muy lejano, abandoné. La última etapa en Madrid pasó volando, con exámenes, idas y venidas, muchas entrevistas por Skype, entrevista en Barcelona con nefasto resultado pero días plagados de bonitos paseos muy bien acompañada. Y ya, POR FIN, en BERLIN. 
No voy a decir que pensaba que iba a ser sencillo, pero joder, ¿tan complicado? De repente pasas del sol a la nieve en menos de 24 horas, andando por una ciudad que desconoces por completo y no sabes ni siquiera intuir una palabra del idioma. Sin tener piso empecé a trabajar a los 2 días de llegar, mucha gente de prácticas y buen ambiente en la oficina. Vale, vamos bien. ¿Dónde voy? Vale, a casa de Anna, no tengo llaves, tengo que esperarla. 2 días después vienen mis amigas de la universidad, ellas muy excitadas por la insaciable provocación de esta ciudad y yo agobiada por la falta de sueño y el trabajar... Sí, y lo paso mal, y no encuentro piso, y lloro, y te ves mendigando para dormir hasta encontrar ese dichoso hogar que te ayude a sentirte completa en un lugar que aún no conoces. 
Y aparece Gonzalo. Amigo de una amiga al cual no conoces demasiado pero se ofrece a ayudarte adoptando el papel de Nunu en Finlandia. Me deja su casa sin escrúpulos, me lleva, me trae, y me busca otra casa (aria, bien aria) para quedarme hasta mudarme a la casa que POR FIN encontré. 
Y aquí estoy, sentada en un sillón rodeada de alemanes que conversan mientras yo escribo y no me entero absolutamente de nada de lo que hablan. Les he dado el jamón que me dio mamá y he comprado la cerveza más rica del mundo (Lagerbier Hell, Helles). Así les mantengo contentos mientras duermo en la habitación que tenían vacía y ahora yo he llenado de trastos. 
Qué ganas de poder deshacer la maleta y no ir con la ropa arrugada. SIIIIIIII, eso por fin pasará este viernes. 
Cocina del pisito al que me mudo. POR FIN. Viviré en el barrio de Charlottenburg... Sin vida por la noche, pero puedo ir andando al trabajo en cuanto deje de haber un manto de nieve y no hagan -13°C.

lunes, 22 de julio de 2013

madrid.

Después de cambiar la contraseña de mi ordenador y recibir un toque te atención, creo que ya es momento de empezar a desenpolvar. Tiempo parcialmente nublado, temperaturas máximas de 36º y mínimas de 31º, humedad del 12% a causa de las tormentas de verano. Sí, después de 9 meses sin ver llover me descubrí sonriendo esquivando goteras por los desiertos de Prosperidad. Qué extraño, antes lo único que provocaba era tirria y una apocada depresión momentánea. Mientras, el verano pasa. Pasa Julio pegada a un teléfono móvil esperando llamadas de trabajo. Pasan increíbles viajes improvisados en barco por el Mediterráneo. Pasan discusiones con amores del pasado que, sin quererlo, se convertían en una amistad; pasan amistades que te empiezan a hacer pensar en besos; y pasan besos que sólo sirven para que no vuelvan a pasar jamás. 
Con el verano reflexionas... ¿ Una vez que empiezas a trabajar te verás obligado a madrugar para el resto de tus días? No quiero plasmar tristeza de oficina en cada esquina del papel. A lo mejor es que no quiero trabajar, "qué lista..."
¿Qué tal Barbados? ¿Y Tailandia? ¿ Y al Banco puedo ir a trabajar en deportivas y las uñas mal pintadas? Espero no verme estancada en un manantial de dudas y que mis planes de futuro no dejen de cambiar cada vez que me levanto. Quiero morirme de risa a oscuras al lado de una piscina iluminada, quiero que nos bañemos en la Costa Brava, quiero mantener el moreno, quiero saber llevar las resacas, quiero tener más de 2 euros en mi cuenta corriente, quiero ver cuatro cifras en mi cuenta corriente, quiero dejar de ver las noticias y vivir en la ignorancia. Quiero tener un perro llamado Elvis y una casita muy pequeña en la playa, con una de esas cocinas en las que notas el roce cuando otra persona intenta alcanzar la botella de agua. Si no observo en el espejo el reflejo de mi mirada significará que todo va bien o, al menos, cómo quiero. Por cierto, la nueva contraseña de mi ordenador es madrid.

domingo, 9 de junio de 2013

desenpolvando

Es mi segundo domingo en Madrid y mi tercer intento fallido de estudio. Nunca había estado tan relajada en época de exámenes y tan inundada de pensamientos absurdos. Hay una esquina de mi barrio  por la que siempre me da rabia pasar. Una tienda con espejos en el escaparate que escupen lo que eres con el paso del tiempo. Ni tu pelo, ni tu cuerpo han cambiado tanto cómo te piensas; sólo las aspiraciones y la impotencia que acrecenta cada vez que doblas esa maldita esquina.
Estoy buscando otra hucha para poder ver los problemas desde esas pequeñas ventanas de un avión. Lo demás no lo sé... A quién voy engañar, no sé absolutamente nada. Ni siquiera dónde se ha metido la luna blanca.

lunes, 3 de junio de 2013

Lunes en Madrid

Mientras me contaba sus estrategias para cazar clientes y los días en los que se podía permitir un filete de menú, me estaba dando cuenta de lo grande que es Madrid. Lo fácil que es perderse por las callecitas de Noviciado un lunes por la noche y la de chinos con cervezas que tienes que esquivar para que no frenen tu ritmo. He visto a mi amiga Bea y Lucía, y también me he dado cuenta de todo lo que nos reíamos y lo sencillo que era hacer planes sin dinero. Definitivamente ya estoy aquí. Me despierto con otro humor, los desayunos son rápidos, al dormir vuelvo a oir el ruido de millones de coches. Tanta gente me desconcierta. No es lo que me imaginaba, lo que sí sabía era este agobio. 
Las cosas aquí siguen como siempre, las conversaciones siguen siendo "trabajo" y los horarios mucho más marcado que allá. 
Sentadas en el suelo de una plaza hemos conocido a un vagabundo sin trastornos estacionales. Ha terminado regalándome un amuleto de eucalipto y me ha dicho que le siguiera echando morro a las cosas. ¿Cosas? Staff? ¿Kroline? Quiero un mes más allí. Ver el sol de medianoche, cocinar lasaña y volver a lavar las sábanas azules. 

miércoles, 15 de mayo de 2013

O2


Y ahí lo tienes, el pesado de turno que te jode la velada repitiendo que va a ser “la última vez que”.  Y ya no quedan meses, ni muchas semanas, sólo atardeceres que espero que duren eternamente. Eternamente porque este año me he repetido mil veces que estoy exactamente cómo quiero estar. En casa hemos empezado a hacer limpieza general antes de que Kroline deje el piso, también hemos devuelto las flores que daban vida a nuestra cocina aunque no olieran a nada.
Mañana tengo el último examen y eso significa que en cuanto termine el tiempo se invertirá en contemplar y despedir. Somos un grupo de gente muy distinta al que lo que le une es haber experimentado la sensación de felicidad en estos bosques y lagos. Da igual si te rompes una pierna o te tiembla el corazón, la cosa es que todo rebosa con tal intensidad que da miedo que frene y no sepas cómo derrapar para no caer. No sé si sabré volver a vivir en aquella cueva que sigue con las paredes blancas, no sé si mis desayunos volverán a basarse sólo en café, tampoco sé si me apetecerá hablar todo el rato en castellano o ver esas noticias que sólo cuentan desgracias.
¿Me costará respirar lo mismo que me costó adaptarme al exceso de O2? ¿Y Nunu? Me da igual que viva en Madrid, porque aunque la echo de menos, a lo mejor soy yo la que no quiere vivir ahora allí.
Siempre hay alguien que te dice “no vuelvas hablando sólo de aquello”, pero y qué quieres que hagamos. Dime. Es duro y todavía no lo he comprobado.


lunes, 13 de mayo de 2013

RUSSIA. Chapter 1

Sólo el que viaja sabe lo placentero que es guardar todas esas millas en imágenes cuando, por fin, se relaja. Rusia no es tontería, sus trenes tampoco. 
El viaje empezó en un tren desde Vainikkala (cerca de Lappeenranta) a San Petersburgo. Allí nos reuniríamos con la mejor moscovita, Olga Sycheva. Muchas rozaduras, noches en hostales y ampollas después descubriríamos el encanto de la Rusia más europea. El Hermitage, vivir el día de la victoria, CCCP, hoz y martillo, vodka, discotecas que son casas ocupas, la ausencia del inglés, 20 kilos de mochila a la espalda, ausencia de higiene, sed, calor, contaminación, ruido. Rusos. 
Mejor patear que pagar.
Los rusos nunca me han gustado, pero sus ciudades son otra cosa... Tanta historia acongoja, y sentarse en la Plaza Roja y divisar las 7 torres de Stalin embriaga a cualquiera. En este viaje hemos estado cerca de desmoronarnos del cansancio, pero aún así hemos unido más lazos que nunca. Nos hemos prestado ropa y hemos dormido en un tren de mala muerte rodeados de niños rusos bebiendo vodka. Hemos sudado y nos hemos duchado juntos. Me gusta viajar así, nada de viajes organizados, mapas y roña. 
Prometo escribir más sobre este viaje. Ahora dejo algunas de las fotos que hablan mejor que las letras.